En mi práctica diaria como neurocirujano, una de las consultas más frecuentes está relacionada con el dolor de espalda repentino y persistente, que en muchos casos termina siendo una fractura vertebral.
Aunque pueden parecer lesiones menores al principio, la realidad es que, si no se abordan correctamente, pueden derivar en complicaciones importantes tanto para la columna como para la calidad de vida del paciente.
En este artículo quiero compartir una visión clara y accesible sobre el tratamiento de fracturas vertebrales, desde el diagnóstico hasta la recuperación, pasando por las distintas opciones terapéuticas disponibles.
Mi intención es que, si estás enfrentando una situación como esta, ya sea por ti o por un familiar, encuentres aquí información útil, bien explicada y basada en la experiencia clínica.
Entender lo que sucede, saber cuándo actuar y conocer qué alternativas existen es el primer paso para tomar decisiones con tranquilidad y confianza.
¿Qué son las fracturas vertebrales?
Las fracturas vertebrales representan una lesión de alta relevancia en el ámbito clínico. A menudo subestimadas en su impacto inicial, estas fracturas pueden comprometer severamente la movilidad, la calidad de vida y, en casos graves, la función neurológica de quien las padece. Entender su naturaleza, origen y clasificaciones es esencial para abordar su tratamiento de manera eficaz y personalizada.
Definición médica de fractura vertebral
Una fractura vertebral se produce cuando uno o más huesos de la columna vertebral, también llamados vértebras, sufren una rotura o colapso parcial. Esta rotura puede afectar tanto a la estructura ósea como a los tejidos blandos que rodean la columna, como los discos intervertebrales, ligamentos y nervios espinales.
Desde el punto de vista médico, las fracturas vertebrales se consideran lesiones de tipo axial, ya que suelen implicar fuerzas que actúan en dirección vertical o longitudinal sobre la columna. Dependiendo de la gravedad y localización de la fractura, se pueden generar desde molestias leves hasta daños severos en la médula espinal.
Lo que diferencia a las fracturas vertebrales de otras fracturas óseas es su complejidad biomecánica. La columna vertebral no solo soporta el peso del cuerpo, sino que además protege el canal medular y permite la movilidad del torso. Por eso, cualquier alteración en su estructura puede tener consecuencias neurológicas y funcionales significativas.
Causas más comunes de fracturas
Las fracturas en la columna vertebral pueden producirse por diversas causas, que varían según la edad, el estado de salud general y el tipo de actividad física que realice la persona. Sin embargo, existen tres causas predominantes:
1. Traumatismos:
Son la principal causa en personas jóvenes o adultas sanas. Accidente de tráfico, caídas desde alturas significativas, lesiones deportivas o impactos directos pueden generar una fractura vertebral por compresión o estallido.
2. Osteoporosis:
En adultos mayores, especialmente mujeres postmenopáusicas, la pérdida de densidad ósea debilita las vértebras. Esto provoca que, ante un esfuerzo mínimo o incluso una simple torsión, las vértebras colapsen parcialmente. Se estima que más del 50% de las fracturas vertebrales en mayores de 65 años se deben a esta condición.
3. Cáncer y enfermedades óseas:
Algunas patologías, como los tumores metastásicos que afectan la médula ósea o enfermedades como la osteogénesis imperfecta, pueden debilitar estructuralmente las vértebras, predisponiéndolas a fracturas espontáneas.
También existen factores de riesgo adicionales como el tabaquismo, el sedentarismo, una dieta baja en calcio y vitamina D, y antecedentes familiares de enfermedades óseas que aumentan significativamente la probabilidad de sufrir una fractura vertebral.
Tipos de fracturas vertebrales (compresiva, por estallido, etc.)
Las fracturas vertebrales no son todas iguales. De hecho, su clasificación ayuda a determinar el tratamiento más adecuado. Entre los tipos más relevantes encontramos:
Fractura por compresión:
Es la más común, especialmente en pacientes con osteoporosis. Se caracteriza por un colapso parcial de la parte anterior del cuerpo vertebral, generando una forma de cuña. Puede ser estable, pero si afecta la altura vertebral de forma significativa, puede alterar la alineación de la columna.
Fractura por estallido (burst fracture):
Ocurre cuando la vértebra sufre una explosión interna, es decir, se fragmenta en múltiples partes. Suele producirse por impactos de alta energía, como accidentes vehiculares. Este tipo de fractura es inestable y puede dañar la médula espinal debido a los fragmentos óseos.
Fractura por distracción:
Se da cuando fuerzas opuestas traccionan la vértebra, estirándola hasta provocar su rotura. Es común en caídas con impacto en el extremo inferior del cuerpo o en lesiones por cinturón de seguridad en colisiones frontales.
Fractura-luxación:
Implica tanto la fractura del hueso como el desplazamiento anormal de una vértebra sobre otra. Estas son las más inestables de todas y conllevan alto riesgo de daño neurológico severo.
Fracturas patológicas:
No se originan por trauma, sino como resultado de enfermedades subyacentes que debilitan el hueso. En estos casos, el tratamiento debe centrarse también en la enfermedad de base.
Cada tipo de fractura requiere un abordaje clínico diferente. La estabilidad de la columna, la integridad de la médula espinal y la salud general del paciente son variables determinantes a la hora de diseñar el tratamiento ideal.
Diagnóstico de una fractura vertebral
La correcta identificación de una fractura vertebral es un paso crucial que permite definir la gravedad del daño, establecer un tratamiento adecuado y prevenir complicaciones mayores, como la compresión medular o la deformidad progresiva.
Un diagnóstico temprano y preciso marca la diferencia entre una recuperación favorable y una evolución desfavorable del cuadro clínico.
Síntomas iniciales y signos clínicos
Las fracturas vertebrales pueden manifestarse de maneras muy variadas, dependiendo de su localización, severidad y de si existe o no compromiso neurológico. En muchos casos, especialmente cuando la fractura es leve o causada por osteoporosis, los síntomas pueden ser sutiles y confundirse con molestias musculares comunes.
Entre los síntomas iniciales más frecuentes se encuentran:
- Dolor agudo y localizado en la zona afectada de la columna, que se intensifica al moverse o cargar peso.
- Sensación de rigidez o disminución en la movilidad del tronco.
- Deformación visible de la espalda, en especial si hay múltiples fracturas vertebrales (como una joroba dorsal o cifosis).
- Reducción en la estatura, perceptible cuando hay colapsos vertebrales por compresión.
En fracturas más graves, sobre todo en las asociadas a traumatismos de alta energía, también pueden presentarse signos clínicos más alarmantes como:
- Dolor irradiado hacia las extremidades.
- Pérdida de sensibilidad o debilidad muscular.
- Incontinencia urinaria o fecal, que sugiere afectación medular.
El examen físico por parte del médico es el primer paso para reconocer estos signos. Palpaciones cuidadosas a lo largo de la columna, pruebas neurológicas básicas y la observación de la postura del paciente permiten levantar una sospecha clínica que luego será confirmada con estudios por imagen.
Herramientas de diagnóstico por imagen
Una vez se sospecha una fractura vertebral, las imágenes médicas se convierten en aliadas fundamentales. Estas herramientas no solo confirman la presencia de la lesión, sino que también permiten evaluar la magnitud del daño y planificar el tratamiento más adecuado.
1. Radiografía simple:
Suele ser el primer estudio solicitado. Permite visualizar fracturas evidentes, pérdida de altura vertebral, desplazamientos o deformaciones. No obstante, puede pasar por alto lesiones leves o fracturas recientes, especialmente en pacientes con osteoporosis.
2. Tomografía computarizada (TAC):
Ofrece una imagen más detallada del hueso que la radiografía. Es ideal para valorar fracturas por estallido, fragmentación del cuerpo vertebral o para estudiar estructuras óseas complejas. También permite evaluar si hay compromiso del canal medular por desplazamiento de fragmentos.
3. Resonancia magnética (RM):
Es la mejor opción para evaluar tejidos blandos, médula espinal y discos intervertebrales. Es especialmente útil cuando se sospecha compresión medular, edema óseo, fracturas ocultas o si hay dolor sin causa clara en la radiografía.
4. Gammagrafía ósea o Densitometría:
Aunque no se usan para el diagnóstico directo de una fractura, pueden ayudar a identificar fracturas antiguas, múltiples o evaluar la densidad ósea del paciente, especialmente en casos de sospecha de osteoporosis.
El uso conjunto de estas herramientas permite una evaluación tridimensional del estado de la columna vertebral, aportando una visión integral del daño sufrido.
Evaluación del riesgo neurológico
Uno de los aspectos más delicados en el diagnóstico de una fractura vertebral es determinar si existe afectación neurológica. La médula espinal y las raíces nerviosas recorren el interior del canal vertebral, por lo que una fractura inestable puede presionarlas o lesionarlas.
Esta evaluación se basa en tres pilares fundamentales:
- Examen neurológico físico: Se realizan pruebas de fuerza muscular, reflejos, sensibilidad táctil y dolorosa, así como pruebas de coordinación motora. La presencia de parestesias, debilidad o pérdida de control de esfínteres puede indicar daño medular.
- Imágenes por resonancia magnética: Como se mencionó antes, es el estudio de elección para identificar hematomas, compresión del canal medular, protrusión de discos o edema medular. También se usa para planificar cirugías si la médula está comprometida.
- Clasificación del riesgo neurológico: Los especialistas solemos usar escalas como la escala ASIA (American Spinal Injury Association) para clasificar el grado de lesión neurológica. Esto ayuda a predecir la recuperación funcional y tomar decisiones terapéuticas.
Detectar a tiempo cualquier signo de compromiso neurológico no solo puede evitar una parálisis permanente, sino también mejorar las probabilidades de una rehabilitación exitosa. De ahí la importancia de una evaluación minuciosa y multidisciplinaria en todo paciente con sospecha de fractura vertebral.
Tratamientos no quirúrgicos para fracturas vertebrales
Cuando una fractura vertebral no compromete la estabilidad de la columna ni presenta riesgo neurológico, el tratamiento conservador, también llamado tratamiento no quirúrgico, suele ser la primera opción. Este enfoque busca aliviar el dolor, estabilizar la vértebra afectada y promover la curación natural del hueso, evitando en lo posible intervenciones invasivas.
Este tipo de tratamiento es particularmente efectivo en fracturas por compresión leves, causadas por osteoporosis o traumatismos de baja energía, siempre que no haya colapso vertebral severo ni desplazamientos óseos importantes.
Reposo y manejo del dolor
El reposo es el primer paso en el manejo conservador de una fractura vertebral. Sin embargo, este reposo no debe ser prolongado en exceso, ya que pasar mucho tiempo en cama, puede acelerar la pérdida de masa ósea y muscular, lo que resulta contraproducente para la recuperación.
Recomendaciones generales de reposo:
- Reposo relativo: Se indica durante las primeras 48 a 72 horas para controlar el dolor agudo.
- Evitar cargar peso y movimientos bruscos durante las primeras semanas.
- Reincorporación progresiva a las actividades diarias, guiada por el alivio del dolor y bajo supervisión médica.
Para el manejo del dolor, se combinan medicamentos y medidas físicas. El objetivo es mantener al paciente cómodo y funcional, permitiéndole participar en su rehabilitación sin molestias severas.
Medidas adicionales para el dolor:
- Aplicación de frío local en los primeros días.
- Uso de calor húmedo tras la fase aguda, para relajar la musculatura paravertebral.
- Cambios posturales frecuentes y colchones ortopédicos.
El control del dolor es clave no solo para la comodidad del paciente, sino también para evitar el sedentarismo prolongado, que puede dificultar la recuperación.
Fajas y ortesis espinales
Las ortesis vertebrales, comúnmente conocidas como fajas o corsés ortopédicos, son dispositivos externos diseñados para inmovilizar y estabilizar la columna, reduciendo el esfuerzo mecánico sobre la vértebra fracturada y favoreciendo la consolidación ósea.
Tipos más comunes:
- Faja lumbosacra: Se utiliza en fracturas en la región lumbar.
- Corsé toracolumbar (tipo Jewett o TLSO): Ideal para fracturas en la unión toracolumbar, ya que limita la flexión del tronco.
- Ortesis cervicales: En casos de fracturas en vértebras cervicales, se usan collarines rígidos tipo Philadelphia.
Estos dispositivos ayudan a mantener una postura adecuada, disminuyen el dolor al limitar los movimientos que podrían agravar la lesión y permiten al paciente moverse con mayor seguridad.
No obstante, su uso debe estar estrictamente controlado por un profesional, ya que un uso prolongado puede debilitar la musculatura de soporte de la columna.
Fisioterapia y rehabilitación funcional
Una vez controlado el dolor y estabilizada la fractura, comienza una etapa crítica en el tratamiento no quirúrgico: la rehabilitación. La fisioterapia cumple un rol fundamental en la recuperación funcional del paciente, ayudándolo a recuperar la movilidad, fortalecer la musculatura y prevenir futuras fracturas.
Fases principales de la rehabilitación:
- Fase inicial (2 a 4 semanas): Ejercicios respiratorios, movilizaciones suaves y entrenamiento postural.
- Fase intermedia (4 a 8 semanas): Fortalecimiento de la musculatura paravertebral, abdomen y pelvis.
- Fase avanzada (después de las 8 semanas): Ejercicios de equilibrio, coordinación y reeducación del movimiento.
El objetivo de la fisioterapia no solo es recuperar lo perdido, sino también enseñar al paciente nuevas formas de moverse y proteger su columna en las actividades diarias.
Además, en pacientes mayores o con antecedentes de fracturas previas, se suele incluir un programa de prevención de caídas, así como asesoramiento ergonómico para el hogar.
Medicamentos recomendados
El tratamiento farmacológico tiene un doble propósito: aliviar el dolor y, en muchos casos, fortalecer la estructura ósea para evitar nuevas fracturas.
1. Analgésicos y antiinflamatorios:
- Paracetamol: Para el dolor leve o moderado.
- AINEs (ibuprofeno, naproxeno): Para controlar el dolor y la inflamación. Deben usarse con precaución en pacientes mayores o con problemas gástricos.
- Opioides suaves (tramadol): En casos de dolor severo, siempre bajo supervisión médica.
2. Medicación para la salud ósea (en fracturas por osteoporosis):
- Bifosfonatos: Ayudan a disminuir la reabsorción ósea.
- Calcitonina: Aparte de su efecto sobre el hueso, puede tener cierto efecto analgésico.
- Suplementos de calcio y vitamina D: Imprescindibles en todo paciente con fragilidad ósea.
- Terapias anabólicas (teriparatida): En casos severos, estimulan la formación de nuevo tejido óseo.
Cada paciente requiere una combinación personalizada de fármacos, ajustada a su edad, historial médico y tipo de fractura.
La atención conservadora, bien planificada y ejecutada, puede lograr excelentes resultados en fracturas vertebrales no complicadas. Sin embargo, hay situaciones donde este enfoque no es suficiente, y se requiere una intervención quirúrgica para restaurar la función y estabilidad de la columna.
Tratamientos quirúrgicos para fracturas vertebrales

Aunque muchas fracturas vertebrales pueden tratarse de manera conservadora, existen situaciones en las que la intervención quirúrgica se vuelve necesaria.
Ya sea por el riesgo de daño neurológico, inestabilidad mecánica, o dolor crónico que no responde a otros tratamientos, la cirugía ofrece soluciones eficaces para restaurar la integridad estructural de la columna y mejorar la calidad de vida del paciente.
Los avances en técnicas mínimamente invasivas han ampliado las opciones quirúrgicas, permitiendo intervenciones más seguras, con menor tiempo de recuperación y resultados funcionales notables.
Vertebroplastia y cifoplastia
Estas dos técnicas quirúrgicas, aunque diferentes en su ejecución, comparten el mismo principio: estabilizar la vértebra fracturada mediante la inyección de un material especial, generalmente cemento óseo, y aliviar el dolor.
Vertebroplastia
Consiste en la inyección directa de cemento acrílico en el interior del cuerpo vertebral fracturado. Esta técnica fortalece la vértebra desde el interior, evita el colapso progresivo y proporciona alivio inmediato del dolor en muchos casos. Suele realizarse bajo anestesia local y guiada por imagen (fluoroscopia).
Es ideal para pacientes con fracturas por compresión causadas por osteoporosis, que presentan dolor persistente y refractario al tratamiento médico convencional.
Cifoplastia
Es una evolución de la vertebroplastia. Antes de inyectar el cemento, se introduce un pequeño balón dentro de la vértebra que se infla cuidadosamente para restaurar parcialmente la altura vertebral perdida. Luego se retira el balón y se rellena el espacio con cemento óseo.
Este procedimiento tiene la ventaja adicional de corregir parcialmente la deformidad y reducir el riesgo de fugas del material. Está indicada en casos donde se desea una mejor recuperación estructural de la vértebra.
Ambos métodos han demostrado ser eficaces, especialmente en pacientes mayores, donde la cirugía abierta representa un riesgo elevado.
Cirugía de estabilización espinal
Cuando la fractura compromete gravemente la estabilidad de la columna o hay desplazamiento de fragmentos óseos que presionan la médula espinal, es necesario realizar una cirugía de mayor envergadura: la estabilización espinal.
Este tipo de intervención puede implicar:
- Fijación con tornillos pediculares y barras para alinear y reforzar las vértebras afectadas.
- Fusión vertebral, en la que se unen dos o más vértebras para formar una estructura sólida, utilizando injertos óseos y materiales sintéticos.
- Descompresión espinal, cuando es necesario retirar fragmentos óseos que están comprimiendo nervios o médula.
Estas cirugías requieren anestesia general y un entorno hospitalario especializado. Aunque el tiempo de recuperación puede ser más largo, los resultados suelen ser muy positivos en términos de estabilidad, reducción del dolor y prevención de daño neurológico.
La elección de la técnica quirúrgica dependerá de múltiples factores: localización de la fractura, estado óseo del paciente, presencia de daño nervioso, y experiencia del equipo quirúrgico.
Indicaciones para intervención quirúrgica
No todas las fracturas vertebrales requieren cirugía, pero existen criterios bien definidos que indican cuándo debe considerarse seriamente esta opción:
- Inestabilidad vertebral severa: Cuando la fractura impide que la columna mantenga su alineación normal.
- Compresión de la médula espinal o raíces nerviosas, con síntomas neurológicos como debilidad, parálisis parcial, o incontinencia.
- Dolor intratable: Dolor persistente que no mejora con tratamiento conservador tras varias semanas.
- Pérdida significativa de altura vertebral que compromete la biomecánica del cuerpo.
- Fracturas por estallido con fragmentos desplazados dentro del canal vertebral.
- Pacientes activos o jóvenes en quienes se busca restaurar la movilidad completa lo antes posible.
Además, el entorno médico también considera las condiciones generales del paciente, incluyendo su edad, salud cardiovascular, función pulmonar, y expectativas de vida antes de decidir una intervención quirúrgica.
Riesgos y complicaciones asociadas
Como toda cirugía, los tratamientos quirúrgicos para fracturas vertebrales conllevan ciertos riesgos. Afortunadamente, con el uso de técnicas modernas y equipos multidisciplinarios, la incidencia de complicaciones ha disminuido notablemente.
Complicaciones más comunes incluyen:
- Infecciones postoperatorias, especialmente en cirugías abiertas.
- Fugas de cemento óseo, más comunes en vertebroplastias que en cifoplastias.
- Daño neurológico accidental, aunque raro, puede ocurrir si hay manipulación cercana a la médula espinal.
- Trombosis venosa profunda (TVP), debido a la inmovilización prolongada.
- Refractura de vértebras adyacentes, especialmente si no se trata la causa subyacente como la osteoporosis.
- Rechazo o falla de implantes, en procedimientos de estabilización con materiales metálicos.
La prevención y el manejo temprano de estas complicaciones dependen en gran medida de una evaluación prequirúrgica exhaustiva, un seguimiento postoperatorio estricto y la participación activa del paciente en su recuperación.
La cirugía espinal representa un recurso valioso y eficaz cuando se utiliza en el momento adecuado y bajo criterios bien establecidos. Sin embargo, el proceso no concluye al salir del quirófano: comienza una nueva etapa de recuperación, fortalecimiento y prevención que abordaremos en la próxima sección.
Recuperación y prevención después del tratamiento
La recuperación tras una fractura vertebral no es un evento inmediato, sino un proceso progresivo que requiere constancia, acompañamiento médico y cambios sostenibles en el estilo de vida.
Ya sea que el tratamiento haya sido conservador o quirúrgico, el objetivo principal es que el paciente recupere su funcionalidad, evite nuevas fracturas y mejore su calidad de vida.
Esta fase final, aunque muchas veces subestimada, es clave para lograr una recuperación exitosa y prevenir recaídas o complicaciones futuras.
Tiempo estimado de recuperación
El tiempo necesario para recuperarse de una fractura vertebral varía considerablemente según el tipo de fractura, el tratamiento recibido y la condición física previa del paciente.
A modo general, los tiempos estimados son:
- Fracturas leves tratadas sin cirugía: Entre 6 y 12 semanas para consolidación ósea, con recuperación funcional completa en unos 3 a 4 meses.
- Procedimientos mínimamente invasivos (como la vertebroplastia o cifoplastia): El dolor puede mejorar en cuestión de días, pero se requiere rehabilitación durante varias semanas.
- Cirugía de estabilización espinal: El proceso de recuperación completa puede tomar de 3 a 6 meses o más, dependiendo de la extensión de la intervención.
Durante este periodo, es fundamental seguir al pie de la letra las indicaciones médicas, acudir a los controles pautados y no apresurar la reincorporación a actividades que impliquen carga o torsión de la columna.
La recuperación debe abordarse con una mentalidad progresiva: no se trata solo de sanar la fractura, sino de reconstruir la fuerza, la postura y la confianza del paciente en su cuerpo.
Ejercicios post-tratamiento
El movimiento, en su momento adecuado, es un pilar esencial en el proceso de sanación. Los ejercicios deben estar adaptados al tipo de fractura y al estado físico individual, y deben ser siempre supervisados por un fisioterapeuta especializado.
Ejercicios recomendados durante la recuperación:
- Ejercicios de movilidad suave, como estiramientos controlados de columna y caderas.
- Fortalecimiento del core (músculos abdominales y lumbares), cruciales para mantener la estabilidad de la columna.
- Ejercicios de equilibrio y propiocepción, que ayudan a prevenir caídas.
- Entrenamiento postural, enfocado en mejorar la alineación corporal y reducir sobrecargas.
Conforme el paciente mejora, se pueden incorporar actividades de bajo impacto como natación, bicicleta estática o yoga terapéutico, siempre con la aprobación médica.
El objetivo es que el cuerpo recupere su funcionalidad sin forzar la columna ni poner en riesgo la consolidación ósea.
Cambios en el estilo de vida para prevenir nuevas fracturas
Una fractura vertebral debe ser interpretada no solo como un incidente aislado, sino como una advertencia del cuerpo. Por eso, una parte fundamental de la recuperación es adoptar un estilo de vida que fortalezca la columna y minimice el riesgo de futuras lesiones.
Hábitos clave a incorporar:
- Alimentación rica en calcio y vitamina D, incluyendo lácteos, pescados grasos, vegetales de hoja verde, y suplementos si fuera necesario.
- Ejercicio físico regular, especialmente entrenamiento de fuerza y resistencia.
- Evitar el tabaquismo y el alcohol, ya que ambos afectan negativamente la salud ósea.
- Higiene postural, aprendiendo a sentarse, levantarse y cargar objetos de manera segura.
- Evitar el sedentarismo prolongado, ya que debilita la musculatura y empeora la densidad ósea.
En mujeres posmenopáusicas y hombres mayores de 65 años, se recomienda una evaluación periódica de la densidad ósea y, en algunos casos, tratamientos farmacológicos preventivos como los bifosfonatos o moduladores hormonales.
La educación del paciente también juega un papel central. Entender su condición, conocer los factores de riesgo y tener herramientas para cuidarse en su día a día es tan importante como el tratamiento médico en sí.
Seguimiento médico y controles periódicos
El seguimiento clínico posterior a una fractura vertebral es indispensable para supervisar la evolución de la recuperación, detectar posibles complicaciones y ajustar el tratamiento preventivo.
Controles importantes incluyen:
- Reevaluaciones clínicas para valorar dolor, movilidad y capacidad funcional.
- Estudios por imagen (radiografías o TAC) para verificar la consolidación ósea.
- Valoración de la salud ósea mediante densitometría ósea y análisis de laboratorio.
- Consultas con fisioterapeuta o médico rehabilitador, para adaptar los ejercicios a cada etapa.
En pacientes con fracturas múltiples, deformidades residuales o enfermedades óseas crónicas, el seguimiento puede extenderse durante años. El objetivo final es mantener al paciente activo, autónomo y libre de dolor.
Las fracturas vertebrales pueden parecer al principio una dolencia localizada, pero su impacto real va mucho más allá del dolor físico.
Afectan la movilidad, la autonomía y, muchas veces, la confianza del paciente en su propio cuerpo. Por eso, cada decisión clínica que tomamos tiene que estar bien fundamentada, adaptada a la persona y pensada a largo plazo.
A lo largo de mi trayectoria, he visto cómo un tratamiento bien planteado puede marcar una diferencia enorme en la evolución de estos casos. El abordaje no termina en la cirugía o en la rehabilitación: empieza desde la escucha atenta y se mantiene durante todo el proceso de recuperación.
Si has llegado hasta aquí porque tú o alguien cercano está enfrentando una fractura vertebral, espero que este contenido te haya servido para entender mejor lo que ocurre y qué opciones existen.
Si necesitas una valoración o tienes dudas sobre tu caso, puedes ponerte en contacto con nosotros o solicitar una cita. Estaré encantado de ayudarte a encontrar el camino más adecuado para tu recuperación.